¿Eres una persona que da mucho?

Si es así. Sigue leyendo y si no, también. 

Hay tipos de personalidad, que son muy propensas a cuidar, a ser generosos y a hacer un gran esfuerzo en muchas de sus interacciones o proyectos de vida. Esto tiene muchas cosas positivas porque se consiguen buenos momentos, es posible hacer un buen trabajo y alcanzar objetivos. 

Hasta aquí bien, pero ojo que el dar en exceso pasa factura a todos los implicados.

A veces el dar, va acompañado de una etiqueta inconsciente de valor. Porque verdaderamente lo que buscamos con ese comportamiento es la aceptación, el que nos quieran y aunque no nos demos cuenta, ese acto de dar, va acompañado de una deuda emocional, de un esperar. Deseando, en el fondo, que esa persona, esa situación, ese trabajo te devuelva, ese esfuerzo que hemos aportado.

Lo que ocurre es que la vida no funciona así. Lo que damos no siempre se convierte en lo que queremos recibir. Creando expectativas que no son ni apropiadas ni realistas. Siendo imposible saldar todas esas facturas mentales que hemos ido emitiendo.

El dar en exceso nos puede llevar a una decepción muy profunda que causa tristeza y también puede desembocar en una pérdida de interés, en esa persona, situación, trabajo o proyecto. Esto es una pena porque a pesar de haber dado mucho, la consecuencia puede llegar a ser el fracaso de esa relación o cosa.

No es sencillo solucionar este reto. No se trata sólo de que tu mente racional quiera dar menos, sino de aprender a pedir, y a darnos cuenta de cuál es el momento óptimo para para frenar en nuestro dar, porque nos gusta y nos hace sentir bien acerca de nosotros mismos. El punto máximo donde dar deja de ser útil es cuando empezamos a sufrir. Al principio no nos damos cuenta, dando somos felices y nos sentimos bien. Pero llega un momento en que empezamos a notar que no estamos recibiendo y que la balanza entre dar y recibir no está equilibrada. Y es aquí donde empezamos a sentirnos mal. 

En una situación ideal, sería bueno saber frenar antes de llegar a este punto porque a veces el daño ya está hecho cuando lo empezamos a notar. Así que lo saludable puede ser el frenar antes de dar y cuestionarnos a nosotros mismos cuando, una vez más, vamos más allá de lo estricto y necesario. 

Podemos preguntarnos:  ¿Que busco con esto? Si es simplemente agradar a la otra persona o que el trabajo salga bien, perfecto, pero si observando nuestras motivaciones identificamos nuestras expectativas de recibir puede que el no dar tanto sea lo apropiado. Puede ser el momento de tomar acción tanto racional como en nuestros subconscientes para solo dar cuando lo hacemos sin etiquetas o altas expectativas en ese trabajo, relación o proyecto. 

Si eres de las personas a las que no te resulta tan fácil dar, es posible que para ti, una reflexión interesante pueda ser identificar si hay alguien importante en tu vida que da mucho. Aunque te resulte maravilloso recibir, podrías intentar equilibrar esa balanza por el bienestar de la relación. Bien sea, dando un poquito también de vuelta o frenando en tu recibir de manera discreta porque lo recibido puede llevar etiquetas ocultas.

Comentarios

Una respuesta a «¿Eres una persona que da mucho?»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *