Este fin de semana he estado cuidando mi salud aprendiendo una actividad nueva llamada Chikung. Es una práctica de origen tradicional chino que combina el ejercicio físico, con la respiración y la actitud mental con el fin de mejorar nuestro bienestar. He aprendido muchas cosas interesantes que me han recordado lo importante que es la actitud e intención que ponemos al hacer las cosas.
Cada día tomamos muchas micro-decisiones que tienen un impacto enorme en nuestra experiencia de vida y en los resultados que obtenemos en casa, en el trabajo y nuestra salud. Una de esas elecciones es si hacer las cosas con verdadero propósito o sin él. ¿Y cuál es la diferencia?
La intención nos ayuda a crear foco y concentración.
Cuando ponemos empeño en lo que hacemos, el tiempo vuela y nuestra mente se calma. Esta actitud nos brinda una oportunidad de disfrutar más del proceso y practicar mindfulness en cualquier actividad que hagamos.
La concentración potencia nuestro rendimiento.
Al poner toda nuestra atención en nuestro quehacer activamos nuestras habilidades, utilizándolas al máximo para generar el mejor rendimiento y resultado posible.
En estas condiciones son propicias para aprender.
El aprendizaje es una de las cosas más valiosas que podemos conseguir de cualquier cosa que hagamos. Así que sólo por este motivo el aplicar propósito de verdad habrá merecido la pena, incluso si el resultado no es tan bueno como nos gustaría.
Cuando hacemos las cosas a medias o sin intención firme no llegamos a maximizar el rendimiento, tampoco disfrutamos del proceso y aprendemos menos de lo que podríamos. Es como comerte un trozo de tarta que está seco, no merece la pena las calorías.
¿Y tú, que vas a elegir hoy?
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