En las últimas semanas me he estado esforzando mucho para tener paciencia, ya que no es una de mis fortalezas. Siempre he sido una persona muy proactiva. En mi mundo las cosas pasán muy rápido, lo que es bueno porque significa que consigo que las cosas pasen en mi trabajo y vida personal. Por ejemplo, la última vez que me mudé de casa pasaron quince días desde que vi la casa por primera vez y firmar la escritura de compra y mudarme. Soy una bala.
Habiendo dicho eso, reconozco y soy consciente de que la paciencia también puede ser algo muy bueno en la vida. La paciencia nos puede proporcionar tiempo para reflexionar, producir un trabajo más pulido y pensado a fondo. También puede ayudar a los demás a ponerse al ritmo de nuestros proyectos y dónde estamos.
Habiendo sido siempre muy ejecutiva, rápida e impaciente, ahora valoro mucho la paciencia. Trabajando proactivamente para no dejarme llevar por mi naturaleza. Intento ser paciente para poder disfrutar de las cosas buenas que puede aportar.
Al otro lado del espectro, también me he encontrado situaciones y personas que en las que las cosas se frenan en seco. Algunas personas son muy pacientes, tan pacientes que las cosas simplemente no se llevan a cabo.
Así que como todo en la vida, creo que probablemente se trata de encontrar el punto de equilibrio entre la acción y la paciencia. Cuando no pasamos a la acción podemos perder impulso, y el impulso es muy importante en la vida. Si tardamos demasiado en hacer las cosas, cuando las conseguimos puede que ya estén desfasadas. A veces evitamos hacer cambios, tomar decisiones difíciles y en mi opinión esto no es paciencia sino evitación.
Yo estoy intentando encontrar ese equilibrio. El equilibrio de tomarme el tiempo de dar pasos seguros hacia un objetivo concreto y al mismo tiempo moverme con la suficiente rapidez para ser efectiva. Aprovechando la coyuntura para conseguir buenos resultados.
Así que pregúntate: ¿Cuanta paciencia tienes? ¿Eres paciente de la manera correcta? Puede que te sorprenda la respuesta.
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